viernes, 25 de mayo de 2012

Capitulo VIII


Mientras cae la noche y contemplan impresionados desde la cubierta del barco como las murallas de Altdorf se van haciendo cada vez más y más grandes antes sus ojos. Gotthold se separa del resto de aventureros y tras mirar a Barak, que asiente con la cabeza,  comienza a decir:
-Nos dirigimos a Altdorf. La cuidad más corrupta del asqueroso imperio, hogar del cobarde del emperador, putas, brujas, hechiceros, cortagargantas, ladrones, cazadores de brujas y lo peor de todas las criaturas, peor que los cultistas de los dioses oscuros que duermen tranquilamente a las orillas del Reik, los corruptos, mentirosos y ávidos de poder clérigos del dios humano ese, Sigmar.-
-En eso estamos de acuerdo Norlandés.- Contesta Kiefer.
-No entiendo porque no veis ni comprendéis lo que mi patrón os ha intentado explicar, ni como no os dais cuenta de que Illesia es un demonio, un bruja o algo peor, sino ¿cómo detuvo mi maza estando engrilletada y de espaldas?-
-¿Acaso podrías haberla herido si fuera la elegida de Ulric? La niña es importante, lo sé y lo siento en mi interior.-
-Interior que bien podría estar corrupto sin tu saberlo, confundido o simplemente influenciado por la marea de demonios que escaló hace dos años hasta la roca donde vives. Déjate aconsejar por aquellos que no hemos tenido contacto con esas criaturas.-
 -Puede que así sea, aunque lo dudo, en mi cuerpo llevo una señal- Dice solemnemente Kiefer mientras se descubre el pecho y muestra la cicatriz del zarpazo de un lobo  que cruza su pecho de lado a lado. - Una vez olvidé quien era Ulric y quién era yo mismo, el Dios me envió una señal para que no lo volviera a olvidar y no le fallaré, creo lo que he dicho y así lo haré hasta que Ulric me demuestre lo contrario.-
-Kiefer, creo que eres un buen seguidor de tu dios lobo, pero creo que te ciega tu fe, a veces pienso que un día aparecerás con un flagelo en tus manos, medio desnudo y gritando como un asqueroso reiklandés.-
-Así será si Ulric lo quiere, pero te equivocas en una cosa, yo no gritaré, aullaré al Dios Lobo.-
-Por suerte Rhya no nos exige lanzarnos desnudos ante el enemigo, nos deja cubrirnos con metal y escudos.- Dice en tono irónico el mercenario y continúa con su diatriba tras una breve pausa. -Eliminé a una asquerosa elfa, que albergaba en su casa drogas, cultistas y hombres rata. Te enfadaste pensando que una criatura nacida del coño de alguna hechicera iba a decir alguna verdad por su sibilina boca. No te confundas, no hay elfos buenos es este asqueroso imperio, tú no puedes saberlo, pues nunca te has enfrentado a ellos.-
-El enemigo puede dar mucha información antes de morir. No te dejes llevar por el ansia asesina de los norteños, amigo.- Le reprocha el clérigo.
-De la boca de una elfa sólo puede salir brujería, pero tú  no puedes saber nada, de hecho creías que era una humana hasta que yo te lo dije, claramente su hechicería te dominó…yo no le di tiempo para que lanzara sus conjuros conmigo.- Y añade en tono amenazante. -La próxima vez que me confundas con un asqueroso habitante de Norsca, será la última, middenlandés.-
-No tergiverse mis palabras, no te he dicho que seas un habitante de Norsca, te he dicho que no te dejes llevar por las ansias asesinas de los norteños.... No busco enfrentamiento pero tampoco lo rehúyo. Si tienes algún problema hacia mi persona podemos resolverlo ahora mismo, sin mal entendidos de ninguna clase.- Dice Kiefer con tono  afable mientras deja sus mazas en el suelo y se remanga los brazos.
-No estés tan ciego como tu amo, señor o lo que quiera que sea el Odo ese, Illesia debe morir, antes de llegar al puerto de Altdorf, donde magos, nobles, cultistas y clérigos (quien sabe si incluso el mismo Karl Franz) esperan a que les dejéis en bandeja a la madre del demonio.- Sigue recriminado el antiguo miliciano.
 -El Padre Odo no es mi señor ni mucho menos mi amo, solo es un siervo de Ulric a cuyo servicio ha dedicado largos años de su vida y solo por eso merece respeto, el Dios le ha concedido el don de ver aunque es ciego y a través de sueños le guía para que se haga su voluntad. La joven es inocente y no merece la muerte.-
-Sueños… en mi tierra quien hace caso a sus sueños antes o después demuestra a todo el mundo que está loco, y corre gritando hacia los bosques, para reunirse con los elfos que le han llamado con brujería.-
-En tu tierra los sueños los manipulan los elfos, en la Fauschlag es la forma que a veces Ulric se comunica con los mortales.- Alecciona el iniciado.
-Vuestra necedad nos va a matar a todos, y lo peor es que os vais a dar cuenta cuando el último aliento abandone vuestros cuerpos.-  Gotthold escupe al suelo y se sienta junto a Barak después de persignarse contra los males augurios.
 -Quizás Illesia sea inocente y no merezca la muerte, pero su vida no debería poner en riesgo la de tantos.- Interrumpe Barak calmando los ánimos.
-Hasta ahora creí siempre en la benevolencia de tu juicio Barak. No vi que desearas la muerte de ninguno de los carniceros y ayudantes que interrogamos en Middenheim para encontrar a la hija de Stark y parece ser que algo de Caos también estaba presente aquella vez.- Contesta Eddrick.
-Y nos faltó  ser más duros y menos misericordiosos para evitar lo que pasó. No deseo su muerte. Sólo pongo la balanza entre su vida y el peligro que supone intentar salvarla, si es que eso es posible.-
-Quizás Gotthold quiera intentar de nuevo asesinar a la muchacha. La última vez que lo intentó no pudo.- Hace una  pausa y se encara al mercenario. -Parece que matar a esta niña te será más difícil que cortarle el cuello a una fumadora de lo que sea que tomaban en la casa de la elfa.-
- No lo haré sino me ayudáis. No  me pagáis lo suficiente para salvar al Imperio. Ni tampoco tengo ganas de que me hechice y me haga creer que es una niñita inocente.- Contesta enojado Gotthold.
-En la guerra, el bien común siempre se antepone al individual, por duro que sea. La batalla decisiva se libró en Middenheim, pero todavía faltan muchas para que esta guerra acabe.- Insiste el enano.
-Entonces la batalla de Middenheim no fue decisiva. ¿Debemos seguir luchando?
Sí. Pero no debemos sacrificar inocentes para ello. Custodiemos a la niña hasta donde los hermanos de Ulric puedan desparasitarla. Evitemos que Skavens, hombres bestia, y/o cultistas de Tzeentch se hagan con ella y consigan sus propósitos. Y destruyamos ese horrible cráneo, dos peligrosas misiones en una, y nuestro es el poder de evitar males mayores.-
replica el leñador.
-La valentía y la temeridad caminan juntas. No sobrestimes tus fuerzas joven. Tampoco subestimes a tu enemigo  sobre todo, si como es el caso, no lo conoces.-
-Amigo Barak, sabes desde que nos conocimos en el bosque, solo confiaba en las fuerzas de mis brazos y en el filo de mi hacha. Y sabes que cuando los hombres bestia rondaban no era yo quien salía en su búsqueda, el bosque siempre me ha protegido.-
- Las heridas contra el caos son todavía recientes y el enemigo puede estar en cualquier lado.- Dice el enano mientras mira con el ojo que no tapa el parche, en todas direcciones intentando ver a “El Silencio”.       -¿Vais a arriesgaros a poner la boca de Tzeentch en los oídos de vuestro emperador?  Yo no lo haría.-
 -Ese no es nuestro propósito.- contesta Eddrick con dientes apretados.
-¡¡¡Maldito seas!!! Pareces un sibilino mariemburgués y no un paisano de Nordland.- Le grita Gotthold al leñador.
-Debe ser porque tanto mi infancia como mi adolescencia la he pasado entre el bosque y Middenheim. En el orfanato, la compañía y amistad de Kiefer tenía mucho valor y ahora lo sigue teniendo, por eso le respeto y escucho con atención. Quizás mi comportamiento y mi forma de pensar te resulten desconcertantes. A mí cada vez me pareces cada vez más extraño, sin duda el haber nacido en el mismo sitio es lo único que tenemos en común.- Le replica el leñador a la vez que se levanta y se encara frente al mercenario.
-¿Es extraño odiar a los demonios y hechiceros? Extraño es, que viendo lo que hemos visto todos, no desees la muerte de Illesia y del engendro que lleva en su vientre.- Dice Gotthold.
Gotthold, ¿Podrías darme una cerveza? Tanta charla reseca la garganta de este enano.- Dice Barak. –Gracias amigo.- Dice después de beberse la jarra de un solo trago. -Decís que Ulric guía vuestro camino y no voy a negároslo, pero también me planteo si será obra de ese demonio. Es vuestro imperio y es vuestro pueblo. Si tenéis tan claro el camino a seguir, sólo me queda confiar en vuestro juicio y en que no seamos también unos títeres.-
-Ulric guía a Kiefer, a mí, mis instintos y mi conciencia. Si como dices somos unos títeres, entonces estamos en la misma situación de Illesia. ¿Podremos cortar nuestros propios hilos?- Dice Eddrick.
-Illesia donde va ¿al patriarca de Ulric o al templo de Sigmar? y el cofre ¿era a uno de esos locos hechiceros, no? Os acompañaré con Illesia. Cobraré y después trataré de mis asuntos. Id pensando quién le metió el demonio. ¿Su padre o los Dannet? El señor Steiger extrañamente no va a acudir a la unión de su única heredera. Tampoco a las conmemoraciones por la victoria contra el caos, donde estará la mayoría de los nobles intentando ganarse el favor del emperador. Adam Dannet  ya estará en Altdorf con su compañía de mercenarios y sus acusaciones contra los Steiger. También estará acompañado por un rico comerciante prometido de su desaparecida hermana. Tienen dinero, posición, armas y nos esperan. Ya puedes ampliar tu lista de enemigos a derrotar.- Dice el enano.
-Que crezca mi lista de enemigos no me preocupa, sobre todo si en mi lista de amigos cuento con Kiefer, contigo y con Thomas.- Contesta sonriente y seguro de sí mismo el leñador.
-Por cierto.- Dice el enano levantando el pichel de cerveza. -Buen trabajo con esos malditos skavens. ¡Salud!-
-¡Salud!-
 -Hasta ahora lo único que hemos visto es que un demonio mueve sus hilos, ¡no que ella sea un demonio!-  Vuelve a decir Kiefer que había permanecido en silencio reflexionando. -No entiendo bien tus palabras enano.... preguntas que donde vamos a llevar a la niña, que si al Templo de  Sigmar o al de Ulric pero por otro lado después de avisarnos de todos los peligros, cosa que agradezco, dices que tu lo que quieres es entregarla y cobrar tu dinero. ¿Eso será antes o después de matarla?-
-Creo que mis palabras han sido bastante claras claras joven iniciado.- Dice Barak mientras con todo el cuidado del mundo prepara su pipa como si de un tesoro se tratara. Tras encenderla y darle unas reconfortantes caladas prosigue. -Si no recuerdo mal, fue el Padre Odo quien nos dijo que en Altdorf se encuentra el patriarca de Ulric y sumo sacerdote adjunto, Klaus Liebnitz. También habló que los clérigos de Sigmar hacían exorcismos o algo parecido y nombró al alto capitular Werner Stolz. No sé si en tu orden realizan este tipo de rituales y sería conveniente saber cuál es el lugar idóneo donde ayudarla, antes de llevarla en procesión por toda la ciudad. Más que nada porque un demonio la controla y una vez en la ciudad no sabemos qué puede hacer, ya sea intentar escapar, echarnos la guardia encima o lo que sea. Aquí hay un demonio y sabe de nuestras intenciones. Supongo que también estarán los cultistas, estará Adam Dannet y vete a saber quién más. Piensa bien cómo lo quieres hacer joven. En relación al cofre ocurre lo mismo.- Vuelve a hacer una prolongada pausa para saborear el tabaco de su pipa mientras levanta la mano pidiendo silencio. -La segunda cuestión es simple. Nos contrataron para encontrarla y traerla hasta Altdorf. En el camino hemos descubierto la gran trampa del trato. Como habéis decidido seguir a pesar del peligro que conlleva, una vez resueltas las cuestiones para intentar extirparle ese mal o bien si las autoridades deciden tomar cuenta de ella, considero que mi trabajo ha sido realizado y cobraré las cinco docenas y media de monedas que me corresponden. Después trataré de mis asuntos. Tú puedes intentar tirar del hilo en esta trama entre familias nobles si te place. Que Ulric guíe tus pasos. Si quieres mi ayuda para algo dentro de mis aptitudes, sabes dónde encontrarme.-
 -En ningún momento he desechado tu ayuda.- Contesta  contrariado Kiefer. -Ni la infravaloro tampoco, debemos llevar a la niña al Templo de Ulric, creo que será el lugar más seguro de la ciudad, no me fio tanto de los sigmaritas. Entregaremos el cráneo y nos dirán que hacer con Illesia. Desde allí nos moveremos hacia donde haga falta. Para llegar allí lo mejor sería movernos en la diligencia  que cogimos en Delzberg a salvo de miradas ingratas. Aparte de convencer a Illesia no podemos olvidarnos de Rokatanski no creo que nos deje hacer con ella lo que nos plazca. Toda ayuda es bien recibida y mucho más aquella que procede de la amistad.-
-Será mejor que dejéis de discutir y nos preparemos para desembarcar, ya hemos entrado en Altdorf.- Sugiere Thomas que ha permanecido ensimismado en sus pensamientos.

El  Capitán atraca el barco en los muelles interiores de Altdorf y rápidamente un ejército de estibadores comienzan a descargar la mercancía de las bodegas de la nave. Los pasajeros comienzan poco a poco a desembarcar bajo la atenta mirada de la guardia aduanera que uno a uno les exige tasa correspondiente de amarre. Cuando les llega el turno a los aventureros les piden un total de cuarenta y seis chelines de plata que Thomas paga del fondo común. Antes de despedirse Illesia asoma la cabeza por la ventana de la diligencia donde la habían escondido con la intención de que pasara desapercibida y se presenta como Illesia Steiguer, el guardia levanta una ceja sorprendido y Eddrick añade unas monedas más al impuesto pidiendo discreción. Antes de terminar de decirse unos a otros lo estúpidos que han sido por dejar sola a la chica se acerca a la diligencia tres hombres armados con alabardas y con coraza.
-Soy el sargento Casmir Simonen.- Dice uno de ellos con un exquisito acento de Reikland. –Estábamos esperando la llegada de la señorita Steiguer. Dos de mis hombres, Mick Genscher y Hallad Wutend, les escoltaran hasta el pabellón que la familia Steiguer tiene en la Reikplatz junto al resto de familias nobles invitadas al torneo. Espero que disfruten de la mejor ciudad del Imperio.- Y tras decir esto se marcha sin esperar respuesta dejando los dos soldados junto a ellos.
Mick Genscher se monta junto a Gotthold en el pescante de la diligencia, en su interior viajan Barak, Thomas e Illesia. Tras ellos Kiefer conduce la vieja carreta, el Padre Odo le acompaña. Rokatanski va a pie, al igual que el otro soldado. Eddrick monta a caballo junto a la diligencia. El grupo insiste una y otra vez que es importante pasar por el templo de Ulric antes de ir a los pabellones, pero los soldados se mantienen firmes en su mandato y poco a poco se van acercando a la Reikplatz.
-¿Por
dónde queda el Templo de Ulric?- Pregunta Gotthold.
-En aquella dirección.- contesta Mick señalando al este. -Pero ya os he dicho mil veces que hay que llevar a la joven al pabellón de su familia. Cumplimos órdenes-
- ¡¡Yo cumplo órdenes del mismísimo Al-Ulric!!- Dice Kiefer que se pone de pie en la carreta y levanta la voz enfadado. –¡¡Ningún sargento de pacotilla está por encima de su divina autoridad!!-
-Puede que en vuestra Roca  sea así, pero resulta que estamos en Altdorf, así que hazme el favor de cerrar la boca, monje.- Escupe Hallad.
-Quizás no hayáis entendido a mi amigo.- Eddrick se acerca a ellos y saca dos coronas de oro de su bolsa.
-En cuanto acabéis de rezar en el Templo llevad a la joven Steiger a su tienda. La estarán esperando.- Hallad coge las dos coronas de oro y le da una su compañero mientras se marchan con paso alegre.
-Os dije que era la ciudad más corrupta del Imperio.- Sonríe Gotthold.
Avanzan sin rumbo un buen rato en la dirección que les indicó Mick, sin llegar a ninguna parte. Perdidos en la gran ciudad contratan los servicios de una prostituta. A cambio de que los lleve al Templo le pagaran un par de servicios. Por el camino Thomas no deja de mirar los voluminosos pechos de la puta.
El Templo de Ulric está cerrado. Kiefer toca insistentemente durante largo rato hasta que finalmente un hombre de mediana edad con ojos somnolientos abre la puerta.
-¿Quién coño osa perturbar el sueño de los clérigos de Ulric a estas horas?-
- Disculpe hermano.- Contesta Kiefer bajando la cabeza. –Mi nombre es Kiefer, soy un iniciado que acompaño al Padre Odo. Venimos de Middenheim y es necesario reunirnos con el Sumo Sacerdote Adjunto Claus Liebnitz. Estos amigos nos acompañan.-
-El Padre Odo- dice abriendo los ojos. –Pasad, pasad. Los caballos deberán quedarse fuera, aquí no tenemos establos.-
Gotthold y Thomas se quedan fuera cuidando de los caballos y de la diligencia y carreta, no sea que algún ladrón quiera apropiarse de ellas. Una vez dentro el sacerdote se presenta como el Padre Ranulf, el segundo al mando del Templo. Claus Liebnitz se encuentra en el palacio imperial y no volverá hasta el día siguiente, pueden esperarlo hasta su regreso. Les da permiso para dormir en el salón principal junto al fuego y despierta a un par de novicios y estos les sirven un poco de vino caliente con un trozo de pan a los recién llegados y encienden una hoguera.
A la mañana siguiente desayunan un poco de pan, queso, carne en salazón y agua junto al resto de hermanos del Templo de Ulric mientras esperan al superior jerárquico de la orden.
-El Sumo Sacerdote Adjunto os recibirá esta misma tarde.- Anuncia Ranulf. –Es un hombre ocupado, habéis tenido suerte de ser recibidos hoy mismo.-
-¡Maldita sea!- Contesta exasperado Kiefer. –Hemos hecho un largo y peligroso camino desde Middenheim para traer este maligno objeto hasta aquí. Muchos hermanos e inocentes han muerto en el camino…. Al-Ulric en persona encargó esta misión al Padre Odo y le avisó de su urgencia. ¡¡¡No me digas que los asuntos del Sumo Sacerdote Adjunto en Altdorf son más importantes que  las ordenes del mismísimo Al-Ulric!!! Debemos hablar con él inmediatamente.
Ranulf se marcha presto en busca de su superior. Eddrick se acuerda del mercenario y del cazarratas que han pasado la noche a la intemperie y les lleva algo de comida, avisándoles de que tardaran un buen rato.
Al rato, el Padre Ranulf  conduce A Eddrick, Kiefer y al Padre Odo  por el interior del Templo hasta  una habitación amplia. Tras un mesa de roble, sentado en una silla un hombre con larga  y pelo enmarañado se levanta y hace un gesto despectivo con la mano al Padre Ranulf para que se marche.
-Mi nombre es Claus Liebnitz, Sumo Sacerdote Adjunto del grandioso Templo de Ulric en Altdorf.- Dice con aires de superioridad. –He esperado mucho tiempo esta reliquia del Caos. Debe ser guardada en un recipiente apropiado, capaz de resistir su poder. Iniciado deja el cofre en el suelo.- Ordena a Kiefer que obedece. –El joven Heimer se encargará de guardarla en un receptáculo hecho para tal efecto.-  Un chico de unos quince años coge un martillo y un cincel y comienza a golpear el cofre para poder sacar el cráneo.
De repente el Padre Odo cae al suelo entre convulsiones y alaridos de dolor, su cuerpo se retuerce de maneras imposibles y poco a poco va sufriendo una brutal transformación. Su cuerpo es una masa informe de carne rosada de la que salen cuatro tentáculos que lo golpean todo a su alrededor. Tres ojos inyectados en sangre se fijan en el Sumo Sacerdote Adjunto y la abominación del Caos se abalanza sobre él que coge la silla en la que se encontraba sentado y la interpone delante del ser logrando desviar los golpes tentaculados. Kiefer y Eddrick permanecen varios segundos estupefactos incapaces de asimilar la horrible trasformación de su hasta ahora compañero. El leñador es el primero que logra salir de su ensimismamiento y carga con su enorme hacha contra la criatura a la que hace un profundo tajo que deja salir una gran cantidad de sangre negra y hedionda. Infundido por el arrojo de su amigo Kiefer aprieta fuertemente el mango de su maza y asesta un violento y salvaje golpe descargando la rabia contenida por lo ocurrido. El golpe aplasta los ojos de la criatura y  hunde la cabeza del arma en el informe ser que se esparce, ya muerto, por el suelo.
El Sumo Sacerdote Adjunto ha desaparecido con el joven iniciado por una pequeña puerta del despacho. Se escucha mucho ruido y gritos en el resto del Templo. Kiefer coge el cofre con el cráneo y junto con Eddrick corren en pos del resto del grupo. Cuando pasan por las cocinas dos cocineros, ahora mutados por el poder del Caos, se abalanzan sobre ellos con cuchillos de cocina. No son rivales para ellos y rápidamente son eliminados por el leñador y el iniciado.
Cuando llegan a la sala principal la situación ya está controlada, varios sacerdotes han atrancado las puertas del Templo y un grupo de sacerdotes armados con martillos matan a los últimos mutantes que seguían con vida. Rokatanski ha protegido a Illesia y a Barak de las abominaciones.  El Sumo Sacerdote Adjunto pide orden y silencio.
-Lo que ha ocurrido hoy aquí no debe salir de estos muros.- Advierte amenazante, especialmente al grupo de aventureros. – ¡Iniciado! - añade señalando a Kiefer. –Entrégame el cofre que contiene la reliquia, a partir de ahora yo me encargaré del cráneo. En cuanto a los incidentes de hoy….he averiguado que  alguien está envenenando los pozos de la ciudad, lo ocurrido aquí deja a las claras que quieren inculparnos de ello. Los seguidores de Ulric no somos muy queridos en la ciudad de Sigmar y cualquier noticia de lo ocurrido esta mañana encendería los ánimos del gentío. No podemos permitirlo. Nadie debe saber lo ocurrido, espero que os quede claro. En cuanto a ti, ¿Kiefer era tu nombre, verdad?, vigilarás los pozos de la ciudad e investigarás que está ocurriendo hasta que averigües quien anda detrás de todo esto.- Dicho esto se levanta de su pequeño trono y se dispone a marcharse.
-Ilustrísima.-  dice un atónito Kiefer. -En Delbertz ocurrieron hechos similares, miles de skavens estaban detrás de todo. ¿Como….?- Claus Liebnitz sorprendido de que alguien tan insignificante le hable levanta una mano con gesto contrariado.
-¿Osas contradecir mis órdenes, iniciado?- Le dice furioso. – ¡Tienes cosas que hacer, no pierdas el tiempo con palabrerías!- Tras estas últimas palabras desaparece por una puerta lateral.
-Disculpad las palabras del Sumo Sacerdote Adjunto.- les dice amablemente el Padre Ranulf. –Está sometido a mucha presión. Os agradecemos vuestros esfuerzos para traer el cráneo.-
-Puede que a Kiefer le baste con un simple gracias.- replica un enfadado Eddrick –Pero al resto se nos prometió un recompensa por traer el dichoso cráneo y en cuanto a vigilar los pozos de Altdorf no moveremos ni un dedo si lo que nos espera es la gratitud que ha demostrado tu jefe.-
El Padre Ranulf les entrega unas cuantas brillosas por sus servicios. Kiefer le  comenta lo que ocurre con Illesia Steiguer pero para su asombro cuando llegan a la celda donde está con Rokatanski y se ponen el parche el demonio titiritero ha desaparecido, uno a uno comprueban que ya no está. Kiefer opina que es posible que el suelo sagrado del Templo haya hecho desaparecer al maligno ser, aunque el resto duda mucho esta teoría. Antes de marcharse del Templo a buscar otro lugar donde sean mejor acogidos el iniciado le entrega el pendón de la  batalla de Grimminhagen perteneciente a la sagrada Orden de Caballeros Templarios del Lobo Blanco, al Padre Ranulf casi se le salen los ojos de las orbitas al contemplar el viejo estandarte de batalla. A los ojos de Ranulf, Kiefer ha hecho meritos más que suficientes para ser nombrado sacerdote, por lo que el mismo como segundo al cargo del Templo le asciende a  sacerdote y le entrega un libro de oraciones sin ceremonias ni ostentaciones.



Thomas no perdió el tiempo mientras aguardaba. Se dirigió a un par de establecimientos de transporte de pasajeros y tras regatear un poco consiguió unos doscientos cincuenta karls por la diligencia. Sopesó la bolsa y sus motivaciones. Todo este dinero supondría el trabajo de más de quince años, si es que llegaba a vivirlos. Sería tan fácil desaparecer en esta gran urbe y vivir tranquilamente…sin embargo, volvió a esperar a sus compañeros.
A Gotthold la espera desde la noche se le hacía interminable. Finalmente decidió aventurarse a dar una vuelta por la ciudad. Las dimensiones y el bullicio le impresionaban e incomodaban, aunque no fuera a reconocerlo jamás. No demasiado lejos encontró una armería donde se desprendió de la pistola ballesta del maldito estaliano, que según él había vuelto de entre los muertos. Volvió a la puerta y aguardó hasta que regresó el cazarratas.

Cuando salieron al exterior del templo, Thomas y Gotthold observaron el contrariado gesto en sus compañeros. La expresión de indignación en Kiefer no invitaba a preguntarle los motivos.
Presenciar y acabar con la monstruosidad en que se convirtió, no era el digno fin que merecía un fiel Ulricano como el padre Odo. La indiferencia con que los trataron tras entregar el maldito cráneo y desoír sus advertencias ante el peligro que podría suponer Illesia y el demonio que la dominaba no ayudaba tampoco. Para colmo le encomendaban una misión que en principio nada tenía que ver con todo esto.
Lo más inquietante es que ahora no podían ver al demonio de Illesia. Incorporándose en el carro, Barak echó un vistazo mientras se alejaban del templo y vio a uno de esos seres del silencio a la puerta del mismo.

Debido a las celebraciones, buscar un lugar donde hospedarse no sería tarea fácil ni tampoco discreta. Así pues se dirigieron a las afueras de  la ciudad atravesando uno de los múltiples puentes sobre el Reik, a la búsqueda de una casa de alquiler. Era una zona bastante tranquila y tuvieron que aporrear varias casas hasta que les entornaron una puerta.
-Queremos instalarnos en su casa mientras duren las celebraciones del emperador.- Explicó cortésmente Eddrick mientras le mostraba diez coronas a la propietaria. -Seguro que tiene algún familiar con quien irse unos días.-
-Tiene razón joven pero aguantar a la bruja de mí cuñada tanto tiempo no está pagado.- Respondió la rolliza mujer, que no apartaba la mirada de la bolsa.
-Supongo que esto ayudará a que su familiar la trate de manera más adecuada.- Gruñó el leñador, triplicando su oferta. 
-Lo hará más llevadero al menos.- Sentenció la mujer regalándoles una desdentada sonrisa.
Gotthold ayudó a Barak a subir a una habitación. Los episodios de aletargamiento iban espaciándose cada vez más y en breve estaría operativo. Rokatanski acompañó a Illesia a una de las habitaciones. La joven estaba empezando a impacientarse por la demora en su entrega, aunque por el momento se mantenía cortés. El ogro por su parte se limitaba a decir, trabajo, esporádicamente. Éstas preocupaciones no parecían afectar al resto del grupo, aunque empezaban a dudar de qué hacer al respecto.
En las puertas del Templo de Sigmar, sorprendidos por su enorme tamaño comprenden que será imposible que les reciba el Alto Capitular Werner Stolz, decenas de personas se agolpan a las puertas pidiendo audiencia, sin  nadie que  les guíe hasta él les será imposible. Vuelven a la casa que han comprado un tanto apesadumbrados, deben de encontrar  otra forma de verle.

Esa noche Kiefer se encaminó a uno de los pozos de abastecimiento de agua de la ciudad, tal como le habían ordenado. Pensaba en la similitud con los ataques realizados por los skavens en la mina enana y en Delzberg. Sin embargo ésta vez se habían producido esas terribles transformaciones en el mismísimo templo del dios lobo y a sus propios siervos. Tenía los nudillos blancos por la ira que manaba. Luego estaba el comportamiento del sumo sacerdote, su actitud arrogante, la rapidez con que dedujo la fuente del ataque…había muchos hilos que atar. Sin embargo estaba sometido al juramento de obediencia y a él se debía.  Preguntando a los transeúntes consigue encontrar uno de los pozos de la otra orilla del Reik, cuando lleva un buen rato vigilando se percata de un rostro conocido entre las sombras de un callejón, el hombre con un parche en el ojo le hace un gesto para que se acerque.
-¿Wilfred Torehbud?- pregunta extrañado el recién nombrado sacerdote. -¿Qué haces aquí?-
-Acaso nos conocemos.- le contesta el cazador de brujas sigmarita.
-Soy Kiefer. Nos hemos visto dos veces cuando te dirigías en compañía de Jack y Julian hacia Middenheim, ¿Ahora eres tu quien no me recuerda a mi?-
-¿Ah? Ya.- contesta con poco convencimiento.- ¿Qué haces vigilando este pozo?
-Creemos que los están envenenando, probablemente sea skavens, como ocurrió en Delzberg y en las minas enanas. Mi orden me ha mandado vigilar los pozos y averiguar lo que está ocurriendo.-
-Si es así, lo mejor será que vayas a echar un vistazo a los pozos de la otra orilla del Reik, estos los tenemos vigilados Jack, Julian y yo. Si encontramos algo ya os avisaremos.-
Kiefer asiente y se marcha a la otra zona de la ciudad dividida por el rio, tras decirle al sigmarita donde se están hospedando.

A la mañana siguiente Kiefer les contó a sus compañeros lo sucedido la noche anterior, con el gesto contrariado por no haber sido acompañado en sus investigaciones y por los planes que referían tener pensados para ese día. Se retiró a descansar murmurando. El resto, poco a poco,  se dirigió a la ciudad dejando en casa a Illesia con la única compañía de Rokatanski, olvidando al parecer que él era su siervo y podrían marcharse en cualquier momento que ella deseara.
El primero en salir fue Barak, que parecía completamente recuperado de la amputación de su mano izquierda. La expresión del enano se había vuelto más dura y frecuentemente su mirada iba al miembro que le faltaba. Su actitud era totalmente belicosa en todo lo referente a las criaturas del caos y a los skavens  o thaggorakis como él denominaba. Sus compañeros habían aprendido a dejarle un espacio cuando su ira brotaba. Tras darle el día libre a Gotthold  se encaminó a la ciudad en compañía de Eddrick. Antes de cruzar el Reik, pararon en una posada para desayunar y encontrar un guía. El posadero le recomendó a un sobrino suyo que trabajaba como criado y era bastante espabilado desenvolviéndose en la ciudad. Al fondo de la posada pudieron observar a un grupo de hombres de armas bastante bulliciosos y un poco ebrios para la hora de la mañana que era. Lo que les llamó la atención fue el blasón que lucían con un cáliz de argón tachonado, el emblema de la casa Steiger. El posadero les informó que se hospedaban allí. Sin más, abandonaron la posada en compañía del criado, que les acompañó hasta un perista donde poder valorar los objetos que deseaban vender. Allí Barak vendió los tres antiguos pendones de regimiento obtenidos en el interior del templo de Khorne y las botellas de vino, de más de doscientos años, obtenidas en aquella casa embrujada. Seguro que en esta ciudad habría más de un sibarita dispuesto a pagar una fortuna por ellas. El dinero obtenido le pareció más que suficiente. Eddrick vendió una pistola. Cuando se disponía a vender su cota de malla, Barak le comunicó que estaba interesado en ella, al igual que en la espada con la empuñadura de en forma de cabeza de lobo de jade. Eddrick aceptó el dinero por la cota, no así por la espada, que le cedió.  Con el dinero obtenido el batidor se hizo en una armería con una buena capa con capucha para ocultarse de miradas indiscretas y una armadura completa de cuero tachonado para protegerse de peligrosos tajos al mismo tiempo de permitirle moverse con mayor libertad y sigilo, tal como se equipaban los exploradores y batidores que sirven de avanzadilla para los ejércitos. Barak se hizo con unas grebas de cuero y unos brazales de cuero tachonado. Posteriormente se dirigieron a un artesano orfebre al que Barak encargó pulir bien las pistolas de los cazadores de brujas para borrar cualquier rastro de heráldica, además de darle un baño de plata. Antes de despedir al criado le encarga que localice la forja de Dalbram Fellhammer, un conocido armero enano residente en la ciudad.

Gotthold se despidió de la casa levantando distraídamente la mano y con una sonrisa picara. Con el dinero que había ganado y las experiencias vividas, hoy iba a regalarse un día en compañía de bebida, comida, juego y unas buenas putas. Lo que gastara aparte de eso sería malgastar el dinero, pensó.
El único que hizo algo relativo a las investigaciones fue Thomas. Antes de salir repartió el dinero obtenido por la diligencia con Eddrick, Kiefer y Barak, dejando un parte para los gastos comunes. El joven cazarratas se dirigió a la Reikplatz donde ya habían comenzado los actos festivos. El bullicio y movimiento de gente era impresionante. Lo más selecto del imperio podía encontrarse allí. Nobles y damas luciéndose, criados realizando recados, artesanos ofreciendo obras de la mejor calidad, mercaderes  con exóticos productos, puestos de empanadas y salchichas para la gente llana que acudía para admirar ese espectáculo y como no, cortabolsas y embaucadores por doquier. También se podían encontrar miembros de la numerosísima milicia de la ciudad y de la Guardia del Reik. En los alrededores y en la plaza se celebraban todo tipo de competiciones, ya fueran justas, combates, concursos de tiro, etc. Aunque los combates más intensos y despiadados eran los que realizaban los nobles en los amplios pabellones, intentando ganarse el favor del emperador y de su gobierno. Entre esos pabellones se encontraban los de las casas Lugus, Steiger y Dannet. Para poder moverse con mayor discreción por estos círculos, Thomas se ofreció y fue contratado para desempeñar su oficio por las caballerizas. El primer y sensato paso estaba dado.

Por la noche tras una siesta vespertina, Kiefer, Barak y Thomas se dirigieron a los pozos de abastecimiento situados al sur de la ciudad. Se dispusieron en torno a él, a unos veinte metros de distancia, ocultos de miradas indiscretas y padeciendo el frío húmedo del invierno reiklandés. A las pocas horas observaron una figura que se dirigía al pozo portando una bolsa. Moviéndose cautelosamente, Kiefer y Thomas cerraron el círculo, intentando evitar su huida mientras que Barak cargó hacia él cuando se disponía a arrojar el contenido de la bolsa en el pozo. El grito de guerra y las imprecaciones del enano sobresaltaron el individuo que inició su huida. Más que la veloz huida del desconocido, lo que sorprendió a sus compañeros fue la velocidad con que el antiguo portador de runas  se desplazaba, acortando poco a poco la distancia con su presa. Cuando comprendió que la huida era imposible, el encapuchado sacó una daga y se dispuso a vender cara su vida. Eso no ocurrió. Tras esquivar un dagazo al estómago, Barak le martilló en el brazo del arma al mismo tiempo que Thomas le propinaba una pedrada con su honda. La parada permitió llegar a Kiefer que le aturdió con un golpe de maza en el pecho. Una vez reducido, le retiraron la capucha para ver su rostro. Lo sorpresa en el rostro de Barak asomó al ver una  especie de tatuaje en el dorso de la mano del cultista, un tatuaje que representaba una mano púrpura. Recordó vivamente un sueño que tuvo en Delzberg. En él, paseaba por una ciudad que no reconocía rodeado de cientos de personas que se empujaban y golpeaban. Él era el blanco de todas sus miradas, que parecían odiarle y despreciarle. Algunos se acercaban con sus manos púrpuras dirigiendo a la multitud. Estos sueños premonitorios empezaban a inquietarle.
Se dirigieron al pozo donde recogieron la bolsa y observaron su contenido, un polvo verdoso que refulgía levemente, muy similar al que llevaba el skaven de harapos grises en Delzberg.
Con la bolsa y el cultista se dirigieron a la casa. Kiefer en cambio marchó antes hasta los pozos donde encontró la noche anterior a Wilfred Torehbud, con la esperanza de volver a verlo aunque esta vez sin éxito. Ahora deberían tirar del hilo que les ofrecía el traidor humano. Tras guardar la bolsa en el cofre de hierro donde portaron el cráneo, comer un poco y beber una merecida cerveza, dispusieron las guardias y descansaron unas horas hasta el amanecer.

Mientras desayunaban regresó Gotthold, con bastantes ojeras y el aliento propio de una noche de poco descanso. Se sentó con ellos alrededor de la mesa mientras debatían. En ese momento se manifestaba Barak.
-Muchachos, el tiempo para decidir qué hacer con Illesia se acaba.  Por el tatuado culo de Grimnir, ¿habéis decidido qué queréis hacer con ella? Éste que tenemos aquí,- dijo escupiendo al cultista  -debería recibir una visita de Wilfred para que hable un rato.- 
-Anoche os dije que teníais toda la noche para intentar averiguar lo que fuera, ahora lo llevaré al Templo de Ulric como me ordenaron, para que se haga justicia.- Respondió Kiefer.
-¿Sabes torturar muchacho?- Gritó Barak. -Lo único que podemos conseguir es matarlo antes de que hable. Ya tuvimos en Middenheim una situación parecida. Te ordenaron investigar y es lo que estamos haciendo. Antes de entregarle quiero que nos encontremos con Wilfred, ya que a día de hoy es el único que parece conocer qué metales hay en este crisol y nos estamos quedando sin tiempo.-
-¿Estás seguro de que son de fiar?- Intervino Eddrick alzando los brazos intentando apaciguar los ánimos. Por Rhya, los vi morir delante de mí!  Los cazadores de brujas han demostrado un extraño comportamiento con nosotros. Dijeron que nos conocían y que recordaban anteriores encuentros con nosotros y cuando nos reencontramos con ellos, parece que menos nos conocen. Si contactamos con ellos de la manera equivocada, podemos meternos en un buen lio,- prosiguió con calma - según cuentan, no son los más pacientes en la aplicación de la justicia, ¡de su justicia! A lo mejor desconocen que deben investigar a un culto de Tzeentch, a lo mejor somos nosotros los que les indicamos que hay que investigar a Illesia. No acabo de entender del todo esta situación.- Concluyó Eddrick.
-No sé si son o no de fiar, de momento aparte de nosotros son los únicos que están investigando los pozos, quizás sepan algo más- Kiefer hace un alto en sus palabras y reflexiona en voz alta con los ojos cerrados. –Aunque ahora que recuerdo, me pidieron disculpas por cómo se comportaron durante los disturbios de Altdorf, y ahora estamos en Altdorf, lo que quiere decir  que van a haber disturbios en la cuidad bien por los pozos envenenados o por algo relacionado con el torneo. Tenemos a Illesia y ellos nos van a hacer una jugarreta...... ¿nos quitaran a la niña? ¿O nos acusaran de traer un demonio a la ciudad? ¿O de envenenar los pozos?- Abre los ojos y mirando fijamente a Barak  concluye. –Nunca te fíes de un Sigmarita.-
Gotthold asistía a este debate sin salir de su asombro. -Por supuesto que no son de fiar.- exclamó. -No os confundáis, son cazadores de brujas de Sigmar, asquerosos fanáticos que se creen la ley, unido  a  que son brujos nigromantes que mueren resucitan y viajan al pasado, se desmemorian y usan magia demoniaca en sus parches.  Si quieres patrón,- continuó mientras se desperezaba,- puedo pegarle palizas no mortales al cultista hasta que mis huellas dactilares se le queden tatuadas de por vida en la cara. Como alternativa a los locos seguidores del dios humano.-